- Juez: "¿Reconoce usted al acusado, sin ningún género de dudas, como el autor del delito?"
-Víctima: "Sí señoría, llevaba la misma carpeta azul delante de la cara el día de los hechos."
No cabe sino definir como glorioso, por no decir sublime, el uso de la palabra como escudo protector invulnerable, capaz de hacer rebotar hasta el dardo más envenenado.
No está al alcance de todos los intelectos dominar (o domeñar) el tiempo verbal y los artículos y pronombres precisos para, enunciando de forma directa un hecho, eludir los efectos perniciosos de su divulgación y, potencialmente con ello, la acción represiva de un tercero, salvaguardando en el anonimato la propia integridad física del agente emisor.
Permítaseme un ejemplo:
1.- "Me han dicho que se ha estropeado el aire acondicionado de la oficina".
En lugar de:
2.- "Se ha estropeado el aire acondicionado de la oficina".
Sin lugar a dudas, el segundo de los ejemplos conduciría a todo tipo de imprecaciones por parte de los compañeros de trabajo del dicente, insultos, agresiones verbales, y posiblemente lanzamiento de bolígrafos, grapadoras, expedientes administrativos y hasta posiblemente i-pods, ello muy a pesar de que el emisor probablemente no tenga nada que ver con el defectuoso funcionamiento del aire acondicionado. La turba enfurecida de empleados de oficina, acalorada y sudorosa, actuaría en tal caso cual masa vengativa, haciendo sufrir al mensajero el castigo procedente, sin tomar en consideración otras variables ni nexos causales.
Sin embargo, en el primero de los ejemplos, apreciamos que un ligero aunque firme velo se ha tendido entre el evento negativo y el emisor, gracias a la prodigiosa (se diría incluso que mágica) intervención de un tercero que es en efecto de dónde ha surgido la noticia; un tercero que, habiendo tenido conocimiento directo de los hechos, ha comunicado al agente emisor esta circunstancia; un tercero a quien poder cargar las culpas, pues muy probablemente (estará ahora pensando la jauría de oficinistas, armada con palos y antorchas) supo de la avería y, teniendo a su alcance los medios para facilitar el frescor y la higiene de sus compañeros de trabajo, no quiso/no pudo/no supo cómo arreglarla, lo que lo convierte en merecedor de la muerte o incluso de algo peor, la audición ininterrumpida de todos los grandes éxitos de Encarnita Polo.
Así pues, apreciamos como la adición de una fuente de información ajena al emisor (y más que posiblemente inexistente) puede servir para liberarle de funestas consecuencias, en tanto que el uso comedido y sutil de la tercera persona puede proteger su propia integridad y decencia. Expresiones del tipo "Se está comentando que ...", "Según parece, ...", "Dicen por ahí que ...." permiten al manifestante formular cualquier acusación por dura que sea, cual fiscal o vulgar Émile Zola, si bien oculto y parapetado tras las trampas del lenguaje.
Que san Rod Stewart os bendiga a todos.
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