sábado, 14 de noviembre de 2009

Legumbres

De vez en cuando me vienen a la mente recurerdos sutiles de infancia. Uno recurrente es el que me rememora aquellos momentos en que mi madre nos ponía a mi abuela y a mí a separar lentejas para el potaje, en concreto a distinguir las que eran aptas de ir a la olla de aquéllas otras más oscuras de la cuenta. Aquellos ratos que pasábamos sentados en la pequeña cocina al lado de la hornilla nos servían a los dos, seseta y tantos años de por medio, para echar un rato relajado en familia.

No he vuelto desde aquellos días a contar lentejas, ni siquiera a probar potajes caseros tan sabrosos; ahora sería incapaz de repetirlo, porque aún no domino la técnica de preparar semejante obra de arte gastronómica. Pero sí recuerdo aquellos ratos con añoranza. Algún día espero contar lentejas con mis nietos.

Que San Rod Stewart os bendiga a todos.