jueves, 26 de mayo de 2011

20.000 Leguas de viaje ultramarino



Me gusta cuando entro al Mercadona y oigo por megafonía ese mensaje enlatado que estimula a los clientes a acercarse a las cámaras frigoríficas horizontales:

En la isla de pescado congelado, usted podrá encontrar toda una gran variedad en pescado traído de alta mar, merluza, bacalao, …”

Esta primera frase, este comienzo tan prometedor y tan sugestivo, me resulta más propio del título de una novela de Julio Verne que de un supermercado de barrio: ya imagino a valientes y encallecidos marineros surcando las costas y bajíos de la Isla del Pescado Congelado, lanzando sus redes a ese mar gélido para pescar paquetes de gulas del norte, rodajas plastificadas de tintorera, colas de merluza con o sin piel, palitos de cangrejo en envoltorios de a doce, bolsas de hielo y hasta algún que otro envase de caracoles en salsa y su ajillo.

¿Qué tesoros ocultos guardará la Isla de Pescado Congelado ? Puede que quizá cofres repletos de calamares petrificados en su tinta, antiguos escondites de piratas que huían del temido navío de guerra del Capitán Pescanova, corales de fideuás submarinas, cuevas ocultas con piedras preciosas defendidas por feroces pulpos a la gallega, chipirones dorados como el bellocino que buscaban Jasón y sus argonautas, …

¡Oh, qué gran mundo de aventura sin igual se esconde en la Isla de Pescado Congelado, con sus playas, vitrinas y expositores vírgenes!



¡Ya me parece divisar en lontananza los cocoteros que nacen a la vera de las cajas de gambas y langostinos!

¡Rápido, aprestemos la proa de nuestro carrito de la compra hacia sus orillas, y enarbolemos la tarjeta visa para hacernos con sus riquezas!



¡Timonel, rumbo a la conquista de la Isla de Pescado Congelado!






Que San Rod Stewart os bendiga a todos.



PD.: Ya me echabais de menos, eh? ...