miércoles, 30 de mayo de 2012

Libro de acordes para Balalaika

La Almudaina de Palma, en el crepúsculo;
o el crepúsculo, en la Almudaina.

Resulta muy curioso pensar que nadie nos ha enseñado a correr. Desde pequeños, nuestros padres nos estimulan a gatear, a erigirnos, a dar nuestros primeros pasos, titubeantes entre sus brazos, y sobre todo, a levantarnos cuando nos caemos, una y otra vez, hasta que la práctica y esa extraña mezcla de ingenuidad, autoafirmación y temeridad que caracteriza a los niños, nos hace ser capaces de andar por nosotros mismos.

Pero nadie nos enseña a correr.
Eso lo aprendemos absolutamente todos, cada uno por sí solo.Y bien pronto.

Porque correr no es andar rápido, no es simplemente ejercer una destreza ya adquirida con mayor agilidad y velocidad, no. Correr supone preparar nuestro cuerpo para un nivel superior de exigencia, proporcionado a unas circunstancias especiales, ante las cuales decidimos que no es suficiente caminar, sino que es necesaria otra cosa distinta. Escapar de un peligro, alcanzar un autobús, ganar una competición... ¿qué proceso racional o intuitivo nos conduce a ello? y sobre todo, ¿cómo aprendemos desde niños a elaborar ese proceso, sin conseguirlo imitando la conducta de los demás? 

Quizá haya otros muchos procesos que albergamos en nuestra mente, y que no somos capaces de descifrar. Tan evidentes, tan inmediatos, tan urgentes, y tan desconocidos. Y tan necesarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cierto que existen complejos procedimientos como comer pipas o bogavante o arroz con palillos...nada que ver con eso que nos enseñan: para comer correctamente hay que utilizar cuchara, tenedor y cuchillo. No, no basta con masticar y tragar....

salud!