Recuero la honda impresión que me causó el relato La noche boca arriba de Julio Cortázar la primera vez que lo leí (gracias Zafra por darme a conocer tal maravilla).
He aquí un enlace para los que aún no hayáis disfrutado este majestuoso relato corto (que os sugiero leer completo antes de seguir cone sta entrada):
En él Cortázar consigue adentrarnos en una trama donde se alternan la realidad con el mundo de los sueños, mas no de una manera bucólica y fantasiosa, sino con la crudeza de la tragedia que asola a los protagonistas y que se desvela en un desenlace sencillamente demoledor.
He ahí donde reside la auténtica transgresión de la realidad: en el viaje desde el mundo material al mundo de la ficción, sin saltos con pértiga ni agujeros negros, sino de una forma sutil e inevitable; Cortázar nos hace creer lo que no es, como si habiérmos hecho un largo trayecto por una carretera de montaña para descubrir, sin sobresaltos ni sorpresas, y una vez llegados a nuestro destino, que nosotros somos la misma montaña y que nunca ha existio tal trayecto.
En una sociedad en la que la imagen del transgresor se identifica con el típico rockero que podría ganar el record Guinnes a la mayor ingesta de drogas, o con el artista excéntrico que suliveya a los más incautos exponiendo sus excrementos enlatados en las más prestigiosas gelerías del mundo, este relato nos traslada a una sencilla cama de un hospital donde la realidad aparente da un giro absolutamente inesperado, sin que sepamos distinguir qué es verdad y qué es sueño.
Que San Rod Stewart os bendiga a todos.
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