Nunca imaginé vivir en una isla rodeado de agua. De hecho nunca imaginé que pudiera haber tanta agua junta.
Pero la hay.
Es una sensación extraña, y reconfortante a la vez. Extraña porque allá donde mires todo es azul, como un mitín del PP en un pabellón cubierto, visto desde el techo. Y reconfortante porque afortunadamente no hay ningún político hablando.
Dicen que con el calor el agua se evapora. Mentira; por más sol que haga, sigue habiendo la misma agua. Si ésta se evaporase nos meteríamos en el mar y al rato estaríamos bañándonos en seco. No creo que tal afirmación esté científicamente probada; o seguramente el que la proclamó debía de vivir en una cueva en Alcaudete rodeado de olivos.
También hay muchas gaviotas, pero menos que agua. Al amanecer se reúnen en grupos de a siete en el puerto y se ponen a graznar como si no hubiera mañana. Pero luego no pasa nada, la vida sigue y la furgoneta de Bollería Martínez pasa puntual para el reparto matutino de sobaos pasiegos. Debe ser muy frustrante ser gaviota. El día que se acabe el mundo las gaviotas mirarán nuestros cadáveres con satisfacción diciendo "Te lo dije, humano, te lo dije".
Luego está la arena. Es una especie de harina caducada que a veces encuentras entre colillas, algas secas, cascos de botella, bolsas del Lidl y otra serie de componentes químicos comunes a todas las playas. Ya es mala suerte salir del agua y sentarte encima de un montículo de arena, pues quedas parcialmente rebozado como las croquetas de oferta (mucho más higiénicas las bolsas de Lidl para estos menesteres, donde va a parar).
En esta isla no hay vendedores de higos chumbos pelados, como en las playas del Sur. Sí hay masajistas presuntamente thailandesas. Un empresario avispado sabría aunar esfuerzos y sacar beneficio, porque no debe haber mayor placer que que te den un masaje thai sobre la arena (mejor dicho, sobre las bolsas del Lidl) mientras te comes un higo chumbo. O un sobao pasiego. O todo a la vez, bajo la mirada amenazante de las gaviotas frustradas.
Saludos desde Alcaudete.
Que San Rod Stewart os bendiga.